Buenos Aires y Mar del Plata

Pabellones Radicales: Laboratorios de futuros

Eliana Sánchez-AldanaAntonio Yemail Cortés

En octubre de 2025, un grupo de profesores y estudiantes de posgrado de diseño y arquitectura de Argentina, Chile y Colombia se encontraron en Mar del Plata, Argentina, como producto de la Convocatoria de internacionalización de la Escuela de Posgrados. Este viaje de estudio hizo un llamado a cuestionar el impulso antropocéntrico del diseño —aún dominado por la eficiencia, la solución inmediata y la jerarquía humana— y a abrirse, en cambio, a la escucha de otros seres, fuerzas y presencias que cohabitan el territorio, en este caso la costa marplatense.

El laboratorio se desarrolló a través de una travesía en dos playas marplatenses. La experiencia comenzó con un ejercicio de sintonización con la propia materialidad, tanto desde la dimensión individual como desde la construcción de un cuerpo colectivo. Se retomaron aprendizajes de las Travesías de Raíz Diseño y prácticas andinas de interaprendizaje inspiradas en las caravanas quechua-aymara. Estos ejercicios permitieron que el cuerpo se convirtiera en un sensor capaz de registrar el viento, la arena, las olas, la vegetación y los rastros de insectos, fomentando una sensibilidad hacia modos de habitar compartidos.

Como resultado, los equipos diseñaron prototipos de pabellones radicales: infraestructuras relacionales, temporales y ligeras que favorecen la convivencia multiespecie y desafían los límites disciplinares entre arte, arquitectura y pedagogía. Las cinco propuestas, situadas en un Mar del Plata especulativo del 2076, imaginan micro-arquitecturas que reubican ruinas, habilitan nichos para otras formas de vida, entretejen materiales diversos y hacen visible la agencia del viento y del mar.

CORRESPONDENCIAS

Huella de futuros apilados como impronta de co-existencia

Propone una arquitectura-ofrenda que entiende el gesto de ofrecer no como adorno, sino como una relación activa entre fuerzas vivas: mar, arena, viento y seres humanos. Su función no es dominar, sino mediar, acompañar y escuchar. Más que dejar un monumento, propone ofrendar instantes de conciencia y restaurar relaciones entre lo humano y las fuerzas del mundo.

INTERCOBIJO

¿Cuál es el lenguaje del futuro?

Desde conversaciones con otros seres —una soga, unas conchas y fragmentos de mosaico—  y desde el reconocimiento de los múltiples lenguajes que habitan la playa: el viento, el mar, los objetos, las máquinas y las materias no vivas. Este equipo exploró la posibilidad de establecer diálogos interespecie que no dependieran solo de la palabra, sino de los sentidos y la presencia corporal.

ANFITRIÓN

¿Cómo habitaremos el futuro?

Equipo: ING. Johan Mantilla – Arq. Alvaro Sandoval

Surge de observar los espacios intermedios del paisaje costero de Mar del Plata—las escolleras, las cavidades formadas por árboles y erosión—. Este pabellón propone una arquitectura que no domina, sino que coexiste con las formas de vida que ocupan los bordes: aves, algas, líquenes y seres humanos. Anfitrión actúa como mediador entre mar y ciudad, clima y especie, gesto y materialidad.

CUEVA DEL TIEMPO

¿Cómo será el futuro de la línea costera?

Desde observación atenta de la costa y de sus transformaciones constantes: el avance y retroceso del mar, el desmoronamiento del barranco y la aparición de fósiles que revelan vidas pasadas. No hay tal como una orilla fija, sino un territorio en movimiento moldeado por fuerzas humanas y naturales.

El pabellón se concibe como una ofrenda al mar y a las especies no humanas, un espacio que cambia con la marea y cuya forma depende de lo que el agua permite. Más que controlar, busca acompañar el ritmo del océano, honrar su incertidumbre y reconocer la belleza de un paisaje que nunca es el mismo.

EL LATIR DEL VIENTO

Sentir el territorio a través de sus múltiples presencias: mar, arena, aves, insectos y brisas. Desde esta escucha ampliada emergió la necesidad de diseñar para la coexistencia multiespecie, reconociendo el entorno efímero, relacional y siempre cambiante que se habita.

El pabellón se concibe como un hábitat temporal y sensible, capaz de reaccionar a las fuerzas del entorno. Telas livianas y estructuras flexibles traducen el soplo del viento en movimiento, sonido y sombra, haciendo visible la respiración del territorio.

Estas intervenciones buscan desplazar el diseño como gesto de control y orientarlo hacia prácticas de atención, reciprocidad y cuidado, proponiendo un modo de hacer que acompañe la fragilidad del territorio y permita imaginar futuros de coexistencia entre humanos y más-que-humanos.

 

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