¿Queda un espacio para el mito en nuestro tiempo? La sabiduría popular más extendida parece decirnos que nos libramos de él, o que lo perdimos, y esto gracias al saber científico y al triunfo de un mundo dominado por la técnica. Sin embargo, los mitos nos empujan, sirven para todo, lo explican todo. Peppino Ortoleva, historiador e investigador de la comunicación, emprende en Mitos de baja intensidad una expedición antropológica por nuestro mundo para descubrir cómo funcionan los mitos en sociedades que piensan que ya no creen en ellos. El autor traza un mapa de las historias que buscan dar un camino narrativo a lo invisible y una respuesta a enigmas eternamente irresolutos: las figuras fantásticas del vampiro y del zombi, la fascinación inagotable por el criminal, los mitos políticos de la nación y la revolución y, por supuesto, el amor romántico.
En el ejercicio se aclaran, por lo tanto, el papel y las transformaciones de muchos géneros literarios y cinematográficos, la dinámica de las leyendas urbanas y las historias de conspiración, los estereotipos de los hechos de crónica, la publicidad y la propaganda. Especialmente relevantes son los fenómenos típicos de nuestro tiempo, como los cultos subjetivos y grupales alrededor de figuras e historias. Se trata de los mitos de una época en la que las narraciones se reproducen industrialmente y, de hecho, en digital. Relatos que parecen haber perdido parte de su poder sagrado y terminan siendo todavía más resistentes que los clásicos: mitos de baja intensidad a los que con frecuencia no les prestamos atención, pero que condicionan profundamente nuestra vida.