Laura Daniela Murillo
Carol Pinzón es egresada de Diseño de la Universidad de los Andes y realizó la maestría Artefacts en University of the Arts de Londres. Actualmente trabaja en Suecia como programadora y diseñadora UX. En esta Nota ARQDIS, Carol comparte su trayectoria y pasión por mejorar experiencias humanas a través de la tecnología.
Me di cuenta de que la tecnología se había vuelto la infraestructura de cómo vivimos, desde cómo trabajamos hasta cómo nos conectamos con otros. Si quería seguir mejorando experiencias humanas, tenía que entender este nuevo territorio. El código se volvió mi herramienta para transformar frustraciones en soluciones reales.

ARQDIS: ¿Quién es Carol Pinzón?
Carol Pinzón: Soy una diseñadora que encontró en el código y el UX una nueva forma de crear sistemas más justos y duraderos. Me dedico a entender cómo la gente usa la tecnología y a diseñar experiencias más humanas e intuitivas que consideren también sus consecuencias sociales a largo plazo. Vivo en Suecia, pero mi corazón sigue muy conectado a Colombia.
ARQDIS: ¿A qué te dedicas actualmente?
C.P: Actualmente trabajo como programadora y diseñadora UX para Endre, una compañía en Gotemburgo, Suecia. También soy líder de eventos en Women in Tech, donde trabajamos para incluir más mujeres en el mundo de la tecnología.
ARQDIS: Cuéntanos cómo ha sido tu trayectoria desde que egresaste de la Universidad de los Andes ¿cómo llegaste a tu rol actual?
C.P: Cuando salí de Los Andes me enfoqué en diseño de producto. Escogí una maestría muy hands-on porque siempre me ha gustado estar en todo el proceso, desde la idea hasta la ejecución.
Trabajé varios años en desarrollo material de objetos y diseño conceptual, pero lo que realmente me movía del proceso era la investigación de usuarios. Después de la pandemia vi cómo el mundo, junto con la forma en la que lo experimentamos, se trasladó hacia lo digital. Los usuarios se movieron hacia ese territorio y yo decidí seguirlos para continuar siendo testigo de sus experiencias.
Al mudarme a Suecia estudié código e hice mi primera práctica como programadora, para después llegar a mi trabajo actual. Mi rol actual es exactamente esa mezcla: UX y código.

ARQDIS: ¿Qué te llevó a interesarte por el campo en el que estás trabajando? ¿Siempre supiste que querías dedicarte a eso?
C.P: La verdad es que me encontró más que yo a él, al observar las frustraciones cotidianas de la gente. Esos momentos donde sabes que algo podría funcionar infinitamente mejor, pero simplemente está mal pensado. Eso me molesta profundamente.
Siempre tuve claro que quería hacer investigación de usuarios, y me fascinaba entender cómo las personas experimentaban el mundo a través de los objetos y espacios que las rodeaban.
Me di cuenta de que la tecnología se había vuelto la infraestructura de cómo vivimos, desde cómo trabajamos hasta cómo nos conectamos con otros. Si quería seguir mejorando experiencias humanas, tenía que entender este nuevo territorio.
Cuando descubrí que programar me daba control directo sobre esas experiencias digitales que podía participar desde la idea hasta su culminación, no sólo diseñarlas sino construirlas fue revelador. El código se volvió mi herramienta para transformar frustraciones en soluciones reales.

ARQDIS: Además de tu pregrado en Diseño, tienes una maestría en University of the Arts. ¿Nos puedes mostrar tus proyectos favoritos que realizaste durante la maestría?
C.P: Hice Artefacts en UAL Londres, un programa donde se diseña desde el taller, pensando en paralelo con la exploración material. Trabajé principalmente en dispositivos de asistencia para personas con amputaciones o movilidad limitada en las manos.
En mi proyecto final, “Defying Stigma”, exploré cómo los artefactos pueden redefinir el diseño de dispositivos para personas con discapacidad. Investigué cómo las perspectivas sociales han creado dispositivos paternalistas que un tercio de los usuarios abandona.
Trabajé directamente con usuarios que me enseñaron que ellos son los expertos en su propia experiencia. Mi colección cuestiona a la industria: ¿por qué diseñamos dispositivos que la gente no quiere usar?

Esa experiencia me marcó profundamente. Me enseñó que diseñar para accesibilidad es diseñar para la dignidad humana, y que cuando escuchas realmente a los usuarios, creas cosas que perduran en el tiempo.
ARQDIS: ¿Hay algún referente o inspiración que haya guiado tu carrera o tu forma de pensar el diseño?
C.P: La aplicación Be My Eyes marcó mi acercamiento al mundo digital porque demostró cómo la tecnología puede amplificar la empatía humana a escala global. Una persona con impedimentos visuales puede conectar instantáneamente con voluntarios de todo el mundo para navegar su entorno cotidiano: desde leer los números de su glucómetro en las mañanas, hasta describir paisajes o obras de arte en museos. Me mostró que el mejor diseño no es el más sofisticado técnicamente, sino el que resuelve problemas reales de manera invisible, creando redes de cuidado mutuo que trascienden fronteras.
ARQDIS: Desde tu experiencia y de acuerdo con el campo en el que te mueves que es la tecnología, ¿cuál crees que es el mayor valor que un diseñador aporta hoy a la sociedad?
C.P: Mi experiencia diseñando tanto objetos físicos como experiencias digitales me ha mostrado que el diseño nunca es neutral, siempre incluye o excluye, siempre empodera o limita. Nuestro mayor valor como diseñadores es la capacidad de empatizar genuinamente y traducir esa comprensión en sistemas que amplifican las capacidades humanas en lugar de restringirlas.
En un mundo cada vez más individualista, nuestra habilidad para salir del yo y pensar en el otro se vuelve fundamental.
Los Andes me enseñó que diseñar es un acto de responsabilidad hacia otros. No podía partir solo desde mi perspectiva. Mis profesores me forzaron a defender cada decisión visual: no bastaba con que algo funcionara estéticamente, tenía que tener sentido conceptual y cultural.
Las plataformas digitales se han convertido en la infraestructura básica de conexión humana, determinan cómo trabajamos, aprendemos, nos relacionamos. Como diseñadores, tenemos la responsabilidad de asegurar que sean accesibles, honestas y diseñadas para el bienestar real de las personas, no solo para capturar su atención y convertirla en datos.
Los desafíos que enfrentamos hoy, exclusión digital, cambio climático, envejecimiento poblacional, requieren diseñadores que entiendan que cada decisión de interfaz, cada línea de código, cada interacción diseñada tiene consecuencias sociales. Nuestro rol es diseñar de manera colaborativa y con humildad, sabiendo que las personas para quienes diseñamos son siempre los verdaderos expertos en su propia experiencia.
ARQDIS: ¿Cómo recuerdas tu paso por la Universidad de los Andes? ¿Qué experiencias, clases o proyectos marcaron tu camino como diseñadora?
C.P: Lo recuerdo con mucho cariño y como un punto de inflexión fundamental. Los Andes me enseñó que diseñar es un acto de responsabilidad hacia otros. No podía partir solo desde mi perspectiva. Mis profesores me forzaron a defender cada decisión visual: no bastaba con que algo funcionara estéticamente, tenía que tener sentido conceptual y cultural.
Aprendí a ser implacable conmigo misma. Hubo proyectos donde descarté semanas enteras de trabajo porque no respondían realmente al problema. Esa disciplina me enseñó que el proceso de eliminación es tan importante como el de creación, y me preparó para un campo profesional que exige constante autocrítica.
La Universidad me obligó a salir de mi zona de confort: a hacer entrevistas profundas, a observar comportamientos sin imponer mis prejuicios, a estar presente de manera respetuosa con las historias de otros. Esta metodología se materializó en mi tesis: un estudio etnográfico donde transformé las prácticas mágicas de los pueblos de mis padres en reliquias de vidrio, buscando que el diseño fuera un puente entre la memoria ancestral y el presente.
Mi experiencia diseñando tanto objetos físicos como experiencias digitales me ha mostrado que el diseño nunca es neutral, siempre incluye o excluye, siempre empodera o limita. Nuestro mayor valor como diseñadores es la capacidad de empatizar genuinamente y traducir esa comprensión en sistemas que amplifican las capacidades humanas en lugar de restringirlas.
ARQDIS: ¿Qué le dirías a una persona interesada en estudiar Diseño en la Universidad de los Andes?
C.P: Que se prepare para enamorarse del proceso. Los Andes no solo enseña a diseñar, enseña a pensar como diseñador. Es un programa que muestra cómo cada problema tiene múltiples enfoques posibles y que la primera idea nunca es la única.
Es un lugar que te reta constantemente, pero de la mejor manera. Los profesores tienen una pasión contagiosa por el diseño que se siente en cada clase. El programa empuja a experimentar, a cuestionar, a ser intencional con cada decisión.
También es donde se aprende que diseñar trasciende lo estético. Los Andes enseña que el trabajo de diseño vive en el mundo real y afecta a personas reales.
ARQDIS: Recomiéndanos un libro, película, disco y cuenta de Instagram.
C.P:
Libro: Design for the Real World – Victor Papanek
Disco : Siouxsie and the Banshees – juju
Pelicula : Dogville – Lars von Trier
Cuenta de instagram : viv.pnz