Aviario. Volucris Curiositas es el resultado de plantear un giro a la ilustración científica tradicional a partir de la puesta en escena de la muerte.
Vemos aquí pieles de aves como se conservan en las colecciones ornitológicas para el estudio científico, algunas incluso con sus etiquetas. Son literalmente pieles, rellenas de algodón, que en conjunto permiten el tipo de ejercicio comparativo necesario para identificar la vida en términos taxonómicos. El giro al que me refiero consiste precisamente en mostrar al espectador el carácter de una práctica que consiste en colectar animales, sacrificarlos y llevarlos a la colección, donde otras relaciones tienen lugar, de tal modo que lo que antes era un ave se convierte en un espécimen que la ciencia ha sacado del anonimato para el mundo humano.
Usualmente la ilustración ornitológica procede con una recreación del ave como si estuviera viva. Este procedimiento, fundamental para la producción de guías de campo en el que los colores y posturas puede ayudar al observador entrenado, es también un recurso retórico potente mediante el cual se borra la práctica de la colecta. De esta manera, la ilustración científica produce también objetividad, en la medida en que elimina la intermediación humana sin la cual no existirían aves como ejemplares de especie.
Cuando se deshace este recurso y se mira de frente la ilustración de la piel o el espécimen preparado, estamos no sólo reconociendo el trabajo de colectores y colecciones, sino también nos estamos asomando a la íntima, compleja e inexorable relación entre la muerte y las ciencias de la vida.
Sutil y dramático. Un gesto. Karolina Rojas nos hace sentir en cada uno de sus dibujos, taxidermias e instalaciones el fenecer del animal, el trabajo del científico y la delgada línea permeable entre la vida y la muerte.
Nos hace abrir cajones para asomarnos en un mundo perceptual ligado a la producción del conocimiento del que depende, en gran parte, la supervivencia física de cientos de especies de aves en la era de extinciones masivas en la que vivimos.
Todo eso plegado con delicadeza en la forma en la que las plumas están despelucadas, en cómo los alfileres atraviesan la piel o en las etiquetas que se tornan amarillentas por el paso del tiempo. Poder del proceso artístico que al mismo tiempo que nos inunda de emoción, nos exige que pensemos sin los usuales recursos simplistas que no entienden que alrededor de la colecta péndula, no solo el saber científico del biólogo, sino también la posibilidad misma de todo ejercicio de conservación.
— Santiago Martínez Medina, PhD en Antropología