Fabio Restrepo H.
Hace muchos años, en un mundo todavía hospitalario con las cosas, me crucé en la feria internacional del libro de Bogotá con una revista cultural española llamada Archipiélago.1 Husmeando la página legal, encontré entre el listado de editores y colaboradores y en letra minúscula, el origen de su nombre:
Archipiélago: “Conjunto de islas unidas por aquello que las separa”
Esta misteriosa definición fue suficiente para cautivarme y hacerme a la suscripción de la revista. Pasaron 20 años, la revista desapareció, pero aquella frase quedó grabada en mi memoria. Un día, su enigmático resplandor me reveló la secreta fascinación que produce la obra de Peter Zumthor.
Él es un hombre de pocas palabras. 2
Sus conferencias son breves y concisas. Evoca con precisión momentos de la infancia y situaciones que se quedan grabadas en la memoria por la pregnancia de los espacios en donde suceden. Estos recuerdos cambian y se reinventan continuamente, pero en su testimonio quedan sujetos a la voluntad que les da peso y forma concreta porque se trata de convertirlos en pauta material para el proyecto.
Raras veces Zumthor habla de sí mismo. Su pensamiento arquitectónico se entrecruza con el de otras prácticas artísticas. El cine de Aki Kaurismäki, la música de John Coltrane, la pintura de Mark Rothko, la poesía de Wallace Stevens.
Sus descripciones hablan de lo mismo y dicen “casi lo mismo”; son reiteraciones que corren el riesgo de hipnotizar como viejas canciones de cuna. Pero es justamente en este “casi lo mismo” donde se oculta la raíz de su pensar arquitectónico. Este “casi” sugiere una hendidura a través de la cual surge el secreto de la arquitectura.
En sus testimonios se anudan constantemente dos asuntos aparentemente inconexos y paradójicos: las juntas de dilatación y la unidad de lo múltiple.
“A la arquitectura se le presenta el desafío de configurar un todo a partir de un sinfín de detalles integrantes que se diferencian entre sí en su función y en su forma, en su material y en sus dimensiones. Se debe buscar construcciones y formas con sentido para los remates y las juntas, allí donde se intersectan las superficies del objeto y los distintos materiales se encuentran entre sí. Mediante estas formas detalladas quedan organizados los sutiles estadios intermedios dentro de las grandes proporciones del edificio. Las particularidades determinan el ritmo formal, la finura de la medida del edificio.” 3
Para Zumthor, las juntas no son meros detalles arquitectónicos, al contrario, en ellas se encuentra el germen de toda arquitectura
Las juntas suelen clasificarse en el interior de esa familia heteróclita y extensa que en arquitectura se llama “el detalle”. Ya Mies Van der Rohe había intentado otorgarles alguna dignidad, hurtando la sentencia de Flaubert para quien, “Dios está en los detalles”.
Pero para Zumthor las juntas no son un detalle constructivo que surgiría de decisiones muchas veces ajenas a la propia arquitectura, ni técnicas para resolver empates incómodos, ni estrategias para evitar el desperdicio de material para convertirse en dóciles distancias que soportan el matrimonio inevitable de las múltiples partes que intervienen en la producción de una obra.
Para él, las juntas no son meros detalles arquitectónicos, al contrario, en ellas se encuentra el germen de toda arquitectura. Y de esta inversión surge la relación analógica entre la arquitectura y el archipiélago, una especie de “conjunto de islas unidas por aquello que las separa”. Las juntas unen separando. Para que esto tenga lugar el arquitecto debe dar la medida precisa y rigurosa a esa dimensión y así la arquitectura adquiere la unidad como un todo y no se disuelve en la banal sumatoria de sus partes.
La cuestión de la unidad de lo múltiple es central no sólo en las artes. Es un asunto que concierne desde hace tiempo al pensamiento filosófico y nuestras formas de habitar el mundo.
“Contemplemos ahora el edificio. Nuestra mirada, conducida por un entendimiento analítico, se pone a vagar y trata de fijarse en particularidades. Pero la síntesis del todo no consiente ninguna comprensión exhaustiva de lo particular. Todo hace referencia a todo.” 4
Las juntas son el dar medida visible al vacío. En las juntas está la potencia silenciosa de una obra. Son la delicadeza de un gesto que, en su latencia, en su detenerse en el tiempo, amigan y prometen la hermandad del conjunto de partes que llamamos arquitectura
Las juntas son el dar medida visible al vacío. En las juntas está la potencia silenciosa de una obra. Son la delicadeza de un gesto que, en su latencia, en su detenerse en el tiempo, amigan y prometen la hermandad del conjunto de partes que llamamos arquitectura. Este gesto que separando une dando unidad, los griegos lo llamaban glaphyrós
Nos cuenta Roberto Calasso:
“Desde el origen, la elegancia, en Grecia se opone a la suntuosidad asiática, que mezclaba sin reparo solemnidad y superabundancia. Para los griegos, la elegancia nació del excavar, de la cavidad. Glaphyrós, “hueco”, palabra que Homero utilizaba para las naves y las grutas, pasó imperceptiblemente a designar aquella limpieza, aquella nitidez, que corresponden a la superficie excavada y pulimentada. O la seca incisión del signo, o la superficie compacta y vibrante: esto era deseable, y en ambos casos se conseguía quitando, reduciendo el material.” 5
Comprendidas de esta manera, las juntas no son sólo una dimensión sino sobre todo un lugar. Así lo da a entender Peter Zumthor en sus relatos siempre alrededor de “casi lo mismo”.
“Las casas son creaciones artísticas. Se componen de particularidades que deben concatenarse unas con otras. La calidad de esas uniones determina, en gran medida, la calidad del objeto acabado.” 6
1Revista Archipiélago
Cuadernos de crítica de la cultura
Madrid, Editorial Archipiélago, 1988-2008
En el último número de la revista, 83-84. Sus fundadores se despidieron de ella…
HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO
“Conjunto de islas unidas por aquello que las separa.” Ése fue el lema y nuestro espíritu inicial: una definición lanzada paradójicamente a la viva indefinición. Por estas fechas, y con este número, Archipiélago tendría que estar conmemorando sus veinte años de vida, los veinte años del esfuerzo de una de las pocas revistas efectivamente independientes del panorama cultural español. Sin embargo, y con un ánimo bien distinto al festivo, os decimos adiós, al menos por ahora. Hasta aquí hemos llegado. Durante los últimos años la revista ha ido perdiendo lectores, ventas y suscriptores, y la publicidad, consecuentemente, también ha bajado. Para una revista que se mantenía sobriamente de estos ingresos, la continuidad resulta difícil, pese al empeño de los redactores, la ayuda de las suscripciones estatales de bibliotecas, y el generoso apoyo de los colaboradores. Quizá en otra Autonomía distinta a aquella en la que desde siempre hemos tenido nuestra sede, Cataluña, y en otro país con menos modorra intelectual que la imperante en España (¡y sus Españitas!), hubiéramos podido capear el temporal. Pero no aquí. Ya ha ocurrido antes con otras revistas.
2El silencio palpable en la arquitectura de Zumthor se encuentra también en sus palabras. Los textos publicados son transcripciones de las breves y sucintas conferencias que ha dictado, manteniendo un apego a la oralidad solo interrumpido por anotaciones en sus diarios de viaje.
En castellano se encuentra una compilación de conferencias que lleva por título “Pensar la arquitectura”. La portada es negra y las guardas doradas; en una segunda edición se optó por el color púrpura para la portada y se incorporaron otros testimonios.
Una última edición apareció recientemente en un rojo granada. En este texto nos limitamos a la primera versión.
3Zumthor, Peter
Pensar la arquitectura
Barcelona, Gustavo Gili, 2004, p. 14
4Ibid, p. 24
5Calasso, Roberto
Las bodas de Cadmo y Harmonía
Barcelona, Anagrama, 1990, p.218
6Op.Cit., nota 3, p. 14