Experimentar la intersección entre el arte, la arquitectura y el diseño: Lorena Ortíz

Laura Daniela Murillo

Lorena Ortíz Nossa es artista plástica y decidió hace un tiempo, realizar en conjunto la Maestría en Arquitectura (MARQ) y la Maestría en Diseño (MDIS) de la Universidad de los Andes. Conversamos con ella, nos contó las motivaciones que la llevaron a realizar un posgrado, nos compartió sobre su proyecto de grado y habló de las cosas que nutren su práctica creativa.

ARQDIS: ¿Qué te llamó la atención de la Maestría en Arquitectura siendo artista?

Lorena Ortíz: Yo creo que la curiosidad fue lo que me llevó a estar en la Maestría en Arquitectura y también una admiración muy grande que yo tenía por las personas que piensan en el espacio, en la habitación del territorio, el cuerpo y la memoria. Gracias a la maestría aprendí a investigar el cuerpo, la materialidad y el espacio, y también a observar y percibir los acontecimientos estéticos de una nueva manera.

ARQDIS: ¿Qué sientes que pudiste aportar a tus compañeros, y te aportaron ellos, en ese intercambio interdisciplinar que se dio mientras hacías la maestría?

L.O: Yo sentía que lo que yo traía era un poco más de un mundo simbólico, metafórico, poético, estético, como con otras características… algo que tal vez no iba a ser validado en un espacio académico de la arquitectura. Pero fue todo lo contrario: me di cuenta de que todo eso que yo traía del mundo del arte, se estaba necesitando también en un espacio de arquitectura y estaba enriqueciendo la conversación de mis colegas, y eso fue muy chévere.

Fue muy importante para mí contar con diferentes puntos de vista, en la maestría todo el tiempo te están dando un punto de vista del objeto construido, un punto de vista de metodología de la investigación y un punto de vista también filosófico, si se quiere, artístico, y un punto de vista donde lo que tú traes como estudiante es validado y se vuelve parte de un punto de vista en común. Como que lo que tú traes es una escucha activa por parte de los profesores que te acompañan durante tu camino en la maestría.

Todo el tiempo en la universidad lo que sentí fue apertura. Siempre en los seminarios que había de la Maestría en Diseño o en las charlas que iba de la Maestría en Arquitectura, había un mundo infinito de posibilidades, donde lo que yo estaba haciendo se sentía bien. Creo que el proceso fue muy grato, creo que fue muy chévere ir a diferentes mundos y absorber lo que más podía de cada uno de ellos y darme cuenta de que mi intuición estaba en lo cierto.

En estas tres áreas del conocimiento (arte, arquitectura y diseño) hay mucho en común. Es quitar esas barreras que tenemos de pensar que todo está encasillado, como: “esto es arquitectura”, “esto es diseño”, “esto es arte” … y ya. No, es todo lo contrario, hay unos sitios donde se puede jugar con las tres áreas del conocimiento, y eso fue lo que recibí en Los Andes.

ARQDIS: ¿De qué trató tu proyecto de grado de maestría?

L.O: Mi proyecto de grado se llama Artefacto para Encontrarse. Es una instalación con 100 metros de velo, teñido manualmente, y es un laberinto donde invito a las personas a hacer un recorrido sinuoso. El artefacto tenía diferentes componentes: uno era la materialidad, otro era el cuerpo y otro era el espacio, el laberinto entendido como espacio.

En esos tres componentes se encontraban cosas muy bonitas en la experiencia de la persona que lo recorría: la luz cambiaba y, cuando cambiaba la luz, cambiaban los colores de los velos, se hacían como una suerte de juegos ópticos. Los colores eran como colores de la infancia y de la memoria también. Los cuerpos, todo el tiempo tenían un roce textil. Entonces, había muchos componentes arquitectónicos en un objeto como una instalación, como una obra de arte.

Al hacer dos tesis —hacer la Maestría en Diseño y hacer la Maestría en Arquitectura— y proponer, fuera de eso, una obra de arte como parte de esas tesis, fue importantísimo y muy valioso el hecho de aprender a investigar y el hecho de aprender a escribir de una manera rigurosa; aprender a sustentar esas ideas que estaban ahí y entender que todo lo que venía sumaba. Entonces, todas las experiencias poéticas, estéticas y simbólicas que yo quería tener en esa obra de arte le sumaban a la investigación que estaba planteando en la tesis de arquitectura y en la tesis de diseño.

Tenía una idea de qué iba a ser, pero esa idea iba cambiando, iba evolucionando, y todo el tiempo tuve un acompañamiento donde, primero que todo, me sentía escuchada; segundo, no era una interacción solitaria ni una búsqueda solitaria, sino que siempre había un asesor que me estaba diciendo: “Métete por aquí” o “Mira esto, mira lo otro”, pero también me daba mucha libertad.

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